Srinivasa Ramanujan nació el 22 de diciembre de 1887 en Erode, India. Proveniente de una familia humilde y devota de la diosa Mahalakshmi de Namakkal, Ramanujan no tuvo una educación formal. Sin embargo, siendo apenas un niño, encontró un libro de matemáticas lleno de fórmulas y teoremas sin explicaciones. Fascinado, Ramanujan comenzó a desentrañarlos uno por uno. Sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y en actitud meditativa, pasaba horas garabateando en la tierra, tratando de comprender, descubriendo, maravillándose. Y aquí radica lo extraordinario: Ramanujan nunca aprendió matemáticas de manera convencional. Su mente operaba de forma diferente. Para él, lo esencial no era la estructura, sino la revelación. Nunca una demostración, nunca una explicación, solo cientos de fórmulas aparentemente disparatadas que, con el tiempo, se han demostrado casi todas correctas.
El matemático inglés Godfrey Hardy, quien lo acogió en Cambridge, quedó asombrado por sus habilidades. Hardy afirmaba que Ramanujan resolvía problemas mediante un proceso que combinaba intuición e inducción, y del cual no podía ofrecer una explicación coherente.
Cuando se le preguntaba a Ramanujan de dónde provenían sus fórmulas, él respondía que no lo sabía, que simplemente llegaban a su mente como un acto de inspiración divina.