Un hilo largo se extendió entre sus manos. En un momento abrupto, la hermana mayor hizo un gesto rápido, cortando el fino hilo. Para un observador, esto podría parecer un simple trabajo de costura mundano: ¿qué tiene de extraordinario que tres hermanas se dediquen a tejer? Sin embargo, los hilos en las manos de estas mujeres estaban lejos de ser comunes; eran el destino de los humanos.
Así eran las Parcas, deidades que decidían la duración de la vida de una persona y el momento de su muerte. Tenían una influencia directa en el destino humano. Esto probablemente explica por qué su influencia era comparable a la de los formidables dioses olímpicos.
Más comúnmente, se las conoce como Cloto, la hilandera; Láquesis, la repartidora; y Átropos, la inevitable. En la “República” de Platón, las Moiras están representadas sentadas en tronos altos, vestidas con túnicas blancas, con guirnaldas sobre sus cabezas, hilando el hilo de la vida en el huso de Ananké, armonizando con la música de las esferas celestiales. El canto de Cloto es del presente, el de Láquesis del pasado y el de Átropos del futuro. Si bien tradicionalmente se las considera las hijas de Cronos, otros mitos sugieren que son la descendencia de Nix, Ananké o Zeus y Temis.
Pero ¿cómo se forjó el destino? ¿Qué papel desempeñó cada hermana ¿Y qué grado de poder tenían las Parcas?
“Humanización” del destino
En numerosas culturas, la diosa del destino suele representarse como una tejedora. Los pueblos de todo el mundo han concebido la vida humana como un hilo que se estira, pero que está destinado a romperse en un momento determinado. Para algunos, este hilo es una enorme bola enredada; para otros, una hebra delicada y delgada.
En un principio, el Destino carecía de una forma concreta en la psique humana, y se lo veía como una voluntad divina vinculada a un objeto sagrado o talismán. Sin embargo, con el tiempo, se fue profundizando en la contemplación de la entidad que gobernaba la existencia.
Esto condujo al surgimiento de diosas patronas, que encarnaban tanto la misericordia como la severidad, la benevolencia y la retribución, y que tenían en sus manos la vida de cada individuo.
Una notable encarnación del destino son las antiguas Moiras griegas. Los romanos, admiradores de la mitología helénica, abrazaron a estas deidades, integrándolas en su panteón como las Parcas. ¿Qué visión tenían los habitantes de la Antigua Roma de estas soberanas del destino?
¿Doncellas jóvenes o mujeres mayores?
La representación de las Parcas varía mucho según las descripciones de los distintos autores. En los mitos antiguos, a menudo se las representa como mujeres jóvenes. A veces, las Parcas no son retratadas con la misma edad, y la tercera hermana parece mayor. En ciertas interpretaciones, se las representa como mujeres mayores. Por ejemplo, Heinrich Heine las describe como ancianas.
“Tres ancianas, una parecida a la otra,
Están sentados junto al camino,
Y giran y miran con severidad…
“¡Todos tienen caras tan desagradables!”
El “envejecimiento” deliberado de las Parcas es bien conocido: son tan antiguas como el destino, representan creencias venerables y sabiduría arcana. Personifican los edictos primordiales del cosmos que gobiernan la vida y la muerte.
No es de extrañar que a menudo se represente a las Parcas como figuras mayores y algo intimidantes. De hecho, en la antigüedad a veces se las representaba como doncellas jóvenes. Esta yuxtaposición entre su apariencia y sus deberes ancestrales era evidentemente intencional. ¿Cuáles eran los roles específicos de cada hermana
La poderosa fuerza de las parcas
En la leyenda se describen las tres hermanas Parcas, a las que los romanos conferían funciones distintas. Vamos a conocerlas. La principal de las Parcas era Nona, que, según los investigadores, podría equipararse a la diosa escandinava Norna.
Nona, considerada patrona de las mujeres embarazadas, ayudaba en el parto y era considerada fundamental para el inicio de la vida. Hilaba en su huso el magnífico hilo del destino, confiándolo a su hermana.
La segunda Parca, Décima, suele ser representada sosteniendo un bastón. No lo usa como apoyo, sino para medir el hilo de la vida y determinar la duración de vida de los individuos. A veces, Décima puede cortar el hilo prematuramente o permitir que su bastón tenga una longitud diez veces mayor.
Sin embargo, la más siniestra para la imaginación humana fue la tercera Parca, Morta. Conocida como la encarnación de la muerte, preside el cese de la vida, el dolor y el sufrimiento.
Además, Morta era considerada soberana en el umbral entre el sueño y la vigilia. Nacida del dios de la noche y la diosa de la oscuridad, su rostro estaba envuelto en sombras. A pesar de esto, Morta no era vista como malévola. En cambio, era vista como una deidad misericordiosa, que cortaba el hilo de la vida para liberar a los humanos de su angustia y sus pruebas.
En la poesía antigua son comunes las súplicas a Morta, donde individuos que sufren alguna enfermedad le ruegan a la diosa alivio de su dolor y el fin de sus arduas vidas.
Las diosas del destino, como las Parcas, estaban presentes en las mitologías de varias culturas. Los griegos, los celtas y las tribus indias tenían deidades de este tipo. La vida humana se representaba a menudo como un hilo delicado, totalmente a merced de estas figuras divinas.
Las Moiras no eran consideradas entidades malévolas, sino más bien figuras caracterizadas por su severidad y rigidez. No se las podía persuadir para que perdonaran el hilo de la vida prematuramente, ni lo cortarían antes del tiempo predestinado. Encarnaban el destino, con planes inescrutables para los mortales.
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