enero 17, 2025

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Los hongos gigantes que cubrían la Tierra antes de que existieran los árboles alcanzaban los 8 metros de altura

Cada vez que pensamos en formas de vida antiguas, lo primero que nos viene a la mente es un dinosaurio, pero sería un error muy grande no considerar el efecto de los hongos. Muchos expertos coinciden en que la vida compleja no sería posible sin ellos, debido a su capacidad de procesar casi todo a su alcance. Los hongos podrán pasar desapercibidos o cargar cierto tono negativo hoy, pero hace 420 millones de años fueron verdaderos reyes en la forma de Prototaxites, llegando a los ocho metros de altura.

440 millones de años en el pasado, la vida en la Tierra no era particularmente abundante. Algas, bacterias, algunas plantas, los primeros artrópodos… una situación «estable» si se quiere, hasta que aparecieron los primeros hongos. Esos pioneros contaban con una habilidad muy especial, que era la de descomponer cualquier cosa usando enzimas digestivas. Con el tiempo suficiente y una pizca de ayuda por parte de la erosión, los hongos procesaron a todos esos suelos duros y rocosos hasta transformarlos en tierra fértil, dando paso a una vida vegetal más avanzada.

Sin embargo, 20 millones de años más tarde (fines del período Silúrico y comienzos del Devónico) surgieron los Prototaxites, hongos que siguieron una ruta de crecimiento muy diferente a la de sus predecesores. ¿Qué tan diferente? En primer orden, eran gigantes. Su forma general se parecía a la del tronco de un árbol, y podía llegar hasta los ocho metros de altura. Por supuesto, no podemos hablar de «madera» aquí, sino que su material principal era una serie de tubos entrelazados de 50 micrómetros, un diámetro similar al del cabello humano.

Prototaxites, el árbol que no era un árbol

Prototaxites fue el ser vivo terrestre más grande de su época, y el más grande que el planeta había conocido hasta entonces. 50 millones de años antes de que las primeras plantas arbóreas poblasen el suelo terrestre, este ser ya dominaba la tierra firme.

En 1843 se encontraron a orillas de la bahía de Gaspé en Quebec, al este de Canadá, unos fósiles que tenían el aspecto de grandes troncos de árbol petrificados. Pero no sería hasta 16 años después que el paleontólogo John William Dawson publicase la primera investigación sobre ellos.

Los describió como coníferas gigantes parcialmente podridas, que contenían los restos de los hongos que las habían ido descomponiendo, y los denominó Prototaxites (que significa algo así como primer tejo).

Algunos investigadores sugirieron que en realidad se trataba de algas marinas gigantes, mientras que otros apuntaban la hipótesis de que en realidad se trataba de hongos.

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En el año 2001 el investigador del Museo de Historia Natural de Washington, Francis Hueber, dedujo tras 20 años de investigación, que efectivamente los prototaxites no eran otra cosa que hongos.

Hongos que poblaron la Tierra desde el Silúrico hasta el Devónico Superior, hace aproximadamente entre 470 y 360 millones de años, cuando todavía no existían los árboles. Los prototaxites formaban pequeñas o grandes estructuras en forma de tronco que podían alcanzar los 8,8 metros de largo y hasta 1 metro de ancho.

Estaban formados por tubos entrelazados de unos 50 micrómetros de diámetro, lo que los convertía en el mayor organismo terrestre de su época.

No se sabe si crecían en horizontal o en vertical, aunque la mayoría de estudiosos apuestas por una similitud con los troncos de los árboles. El hecho de que se extiendan ligeramente cerca de la base indicaría una conexión con estructuras subterráneas parecidas a las raíces, que no se han conservado.

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Representación artística de prototaxites en el Devónico, cuadro de Mary Parrish | foto National Museum of Natural History, Washington

Sin embargo sí se han encontrado moldes de espacios en los estratos del Devónico temprano que podrían ser los lugares ocupados por estas estructuras en forma de filamentos o hifas.

En 2007 científicos de la Universidad de Chicago demostraron, mediante análisis químicos, que efectivamente los prototaxites eran hongos gigantes. La Tierra que habitaban tenía un aspecto muy diferente en comparación con la actual. Como decíamos, no había árboles, y las plantas vasculares, antepasadas de las coníferas, los helechos y las plantas con flores actuales, empezaban a diversificarse.

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No tenían raíces ni hojas todavía, eran solo tallos que no tenían más de un par de metros de altura. Los invertebrados eran entonces los únicos organismos pluricelulares terrestres.

Los prototaxites no realizaban la fotosíntesis, sino que se alimentaban de sustratos como los restos de otros organismos que se encontraran cerca. Su gran tamaño hacía necesaria una extensa red de micelios subterráneos para obtener suficiente carbono orgánico y acumular la biomasa necesaria. Posiblemente de esa forma el organismo transportaba nutrientes a grandes distancias para sostener su cuerpo sobre el suelo.

La reconstrucción realizada por los científicos de la Universidad de Chicago muestra los prototaxites como una estructura columnar sin ramas. Algunos micelios o filamentos de prototaxites invadiendo el tejido de plantas vasculares han sido hallados fosilizados. También evidencias de que algunos animales usaban los troncos de los prototaxites como hábitat, en los que excavaban túneles y laberintos como madriguera.

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Ilustración de la interpretación paleoambiental y morfológica de Prototaxites prosperando en un paisaje devónico, creciendo en horizontal. Es probable que los Prototaxites exploraran la tierra buscando alimento en sedimentos, suelo y medios acuáticos | foto Vivi Vajda et al.

Es posible que todos estos animales se transfirieran a las plantas y los árboles cuando estos evolucionaron y los prototaxites se extinguieron. Las causas de la extinción no parecen estar muy claras. Análisis por científicos del Museo de Historia Natural de Suecia de especímenes recogidos en Alemania, sugieren que la fosilización se inició mientras el organismo estaba vivo, lo que impidió el colapso de las delicadas estructuras celulares.

Este último estudio, publicado a finales de 2022, propone que los prototaxites no crecían en vertical, sino en horizontal, y que su función principal era posiblemente redistribuir el agua y los nutrientes de zonas ricas a zonas pobres en nutrientes, facilitando la expansión de las primeras comunidades de plantas terrestres.

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