“Cuando el mensajero celestial guió a Lot y su familia fuera de la urbe, les instó a huir para salvar sus existencias y les prohibió volver la vista atrás para evitar que presenciaran la gloria divina que había descendido para ejecutar el aniquilamiento de las metrópolis.” – La Hagadá
¿Qué significa Shekinah?
En cuanto a la palabra Shekinah, efectivamente significa “La morada” y alude al espacio sagrado donde se percibía la divinidad entre el pueblo de Israel. La aparición de la Shekinah simbolizaba la evidencia tangible de la divinidad en Israel.
Respecto a los Anunnaki, si bien son parte de mitos antiguos y no hay pruebas científicas de su existencia, la idea de que una civilización avanzada haya podido viajar por el cosmos hasta nuestro planeta, colonizarlo y extraer sus recursos, y luego transportar esos metales a una nave espacial en órbita, es un concepto que ha inspirado numerosas teorías y narrativas en textos religiosos y seculares. Estas historias a menudo sugieren, de manera indirecta, la existencia de artefactos o naves celestiales que habrían sido utilizados por estos seres mitológicos.
Carro de fuego de Ezequiel
La referencia inmediata que surge es el “carro de fuego” mencionada por Ezequiel. Se detalla con vivacidad en múltiples ocasiones en el “Libro de Ezequiel”, lo que impide ignorarla como un simple error textual o una visión ilusoria del profeta.
[Comentario: Una reproducción a escala real del vehículo descrito por Ezequiel se muestra de forma permanente en el restaurante Warrick en Pittsburg, Texas, situado no muy lejos de la autopista interestatal 30. Si alguna vez se encuentra en el noreste de Texas y desea echar un vistazo – además de disfrutar de una comida en este excelente establecimiento de comida cajún, es una oportunidad que no debe perderse. La réplica actual es la segunda edición; la primera voló brevemente antes de sufrir un accidente. La segunda nunca ha sido puesta a prueba en vuelo. Esta “obra” se asemeja bastante a un planeador de gran tamaño].
Ezequiel no es una excepción, ya que estos artefactos voladores se mencionan a lo largo de las Sagradas Escrituras, aunque frecuentemente se interpretan bajo un prisma religioso y místico. Es revelador que los traductores opten por no reconocerlas por su verdadera naturaleza.
[Comentario: Es importante destacar que una persona ajena a los principios de la aeronáutica difícilmente podría haber interpretado estos relatos de otra manera que no fuera a través de la religión o el misticismo].
En el caso de Ezequiel, se le denomina “carro de fuego”, quizás porque este término resulta más digerible, posiblemente debido a sus asociaciones mitológicas y por ser una manera más sutil de obviar una mención incómoda. En ningún momento los académicos bíblicos han traducido o aludido a estas peculiares apariciones como aviones, zepelines o incluso naves espaciales.
La visión mística del profeta Ezequiel. Crédito de imagen: Wikimedia Commons
Es fascinante notar que los hebreos, asentados en tierra, se referían a estas aeronaves como “carros”, mientras que los egipcios, con su cultura marítima, las denominaban “navíos celestiales”.
Lo que a menudo se pasa por alto es la abundancia de menciones a vehículos aéreos en las Escrituras, cuya existencia se ha velado mediante interpretaciones teológicas y, en muchos casos, traducciones erróneas.
Los vehículos de los antiguos astronautas
Existen diversos términos para referirse a los vehículos de los supuestos astronautas ancestrales, y es posible clasificarlos según su función. La morada o cápsula personal de las deidades se conoce como “shekinah” o “kabod” en los textos sagrados. Tanto en los relatos del Éxodo como en los de Ezequiel, se utiliza “kabod” para describir la nave personal, mientras que en los textos de la Pseudepigrapha y la Hagadá se emplea “shekinah”. Ambos términos parecen ser sinónimos, ya que se asocian con una estructura mayor o plataforma de lanzamiento denominada “querubín”.
Para dejar la nave en órbita o moverse por la Tierra, se utilizaba una nave compuesta o cápsula de control junto con la plataforma de lanzamiento. No obstante, la cápsula podía operar de manera autónoma para trayectos breves, como se observó en el caso de Ezequiel.
Para escapar de la gravedad terrestre y alcanzar la nave en órbita, la cápsula de control se acoplaba a un cohete propulsor más grande, conocido como “shem” en el Antiguo Testamento y “shumu” en los escritos sumerios.
La cápsula de control personal, la “shekinah” o “kabod”, adquirió un significado particular entre los antiguos pueblos del Cercano Oriente, considerándose el verdadero hogar de las deidades; y cada cultura veneraba este objeto cónico de acuerdo con sus propias costumbres y tradiciones.
En cuanto a la cápsula de control con forma de cono, es:
- el “beth-el” de los hebreos
- el “betyl” de los cananeos y fenicios
- el “ben-ben” de los egipcios
- el “omphalos” de los griegos
Como descubriremos, el vehículo propulsor de los ancestros también originó el mito egipcio del Fénix, la criatura mítica que renacía de sus propias cenizas en un destello de llamas.
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Nave nodriza en órbita: la morada celestial
Las Escrituras, y en particular el libro hebreo de Enoc (3 Enoc), sugieren que la denominada “residencia divina” se estructuraba como una vasta metrópoli cósmica o, más aún, como una estación espacial madre en órbita.
El relato narra la odisea del profeta Ismael hacia esta residencia divina, donde se topa con el patriarca Enoc, quien le ofrece un recorrido detallado por la estación. A pesar de que el texto se redacta con un lenguaje espiritualista, destinado a evocar una sensación de grandeza sobrecogedora, al prescindir del lenguaje teológico, se revela la descripción de una estación espacial de gran envergadura.
La estación cuenta con siete “estratos celestes” o niveles. Cada nivel alberga siete “estancias” organizadas en anillos concéntricos, con vigilantes en cada acceso a los anillos de habitaciones. Esto podría compararse con la estructura del Pentágono en Washington.
El núcleo de la estación se conocía como “Arabot”, el hogar del ente supremo. Es en este lugar donde se sitúa la “shekinah” o estancia de la divinidad, sobre una base denominada “querubines”.
Diversos “príncipes” o administradores se encargan de distintas funciones, actuando como líderes de las operaciones vinculadas a la estación espacial.
- “Rikbi-el” es el “Príncipe de las Ruedas”, que está a cargo de las “ruedas del carro” o “shekinah”.
- “Hayli-el” es el “Príncipe de las Criaturas Santas” o “hayyot”. Puesto que el término se deriva de “Hayel” que significa un ejército, estos son presumiblemente los soldados o guardias.
- “Ribbi-el” es el “Príncipe de los Querubines”, la plataforma sobre la que descansa la “shekinah”.
- “Opanni-el” es el “Príncipe de los Opannim”, y éstos parecen ser los mecánicos, pues es su responsabilidad mantener la nave:
“Lustra su plataforma, adorna sus compartimentos, alisa sus giros y limpia sus asientos”. - Cuando las naves compuestas abandonan la morada celestial o nave espacial, se celebra una impresionante ceremonia llamada “Qedussah”, que aparentemente es un silogismo para una cuenta atrás de lanzamiento.
La Quedussah o despegue del cohete
Cuando la Shekinah se dispone a partir, el personal de la residencia celestial participa en un rito conocido como la “Qedussah”. Según el Libro Hebreo de Enoc, se produce una “agitación cósmica con el canto de la Qedussah”, que recuerda a la secuencia de cuenta regresiva y el bullicio que preceden al despegue de un cohete. Se menciona que “los pilares celestiales y sus fundamentos se estremecen, y las puertas de los palacios celestiales de Arabot se sacuden”.
Antes de iniciar esta efervescente actividad, “luminosas diademas estelares adornan las cabezas de ángeles y príncipes”. Estos parecen ser artefactos de protección o cascos diseñados para resguardar del estruendo y el fulgor del lanzamiento.
Se alerta a los asistentes sobre los riesgos de no seguir el protocolo establecido, advirtiendo que si no se respeta el orden de la Qedussah, “un fuego voraz emerge de los meñiques de los seres santos y consume a los ángeles servidores”. Se señala que la ignición del cohete puede ser extremadamente peligrosa, ya que cuando la Shekinah se desplaza, “un fuego la precede, devorando todo a su paso”.
En la Haggadah, la tradición oral judía, hay una mención fascinante sobre uno de los viajes de la Shekinah después de dejar la nave espacial. En el pasaje que relata la aniquilación de Sodoma y Gomorra, se le atribuye a la Shekinah haber descendido de los cielos para consumir estas ciudades.
Dicha fuente narra cómo la Shekinah del Señor “descendió para ejecutar la destrucción de estas urbes”. Flavio Josefo, en sus Antigüedades de los Judíos, parece corroborar esta versión, ya que en su relato sobre la destrucción de dichas ciudades, menciona que “Dios lanzó un rayo sobre la ciudad y la incineró”, insinuando que la nave espacial aniquiló las ciudades con algún tipo de proyectil o arma de energía.
Las representaciones artísticas en las rocas de Val Camónica, situadas en Italia, cerca de 45 kilómetros al sur de la frontera suiza y datadas en el año 1000 a.C., son consideradas por algunos como evidencia de visitantes espaciales ancestrales.
Nave espacial compuesta: cápsula de mando y plataforma propulsora
En el Antiguo Testamento, el transporte divino se conoce como Kabod (a veces escrito como kebod, kavod o kebod), que es, como descubriremos, otro término para la Shekinah, la palabra usada para el carro de fuego mencionado por Ezequiel.
[Comentario: Como se menciona en lingüística, las vocales a menudo se consideran menos importantes. En los términos mencionados, solo las vocales varían entre una interpretación y otra, excepto por las consonantes B y V, que son comúnmente intercambiables, como en “Habana” o “Havana” de Cuba].
Durante un día estival junto al canal de Chebar, cerca de Nippur, Ezequiel fue testigo de cómo un viento huracanado traía consigo una nube resplandeciente. Al aproximarse, se revelaron cuatro seres luminosos en su base, erguidos como humanos, con extremidades y manos, pero distintos por tener cuatro rostros y cuatro alas. Estas criaturas formaban un cuadrado sin unirse por las alas.
Se movían como una sola entidad, y aunque miraban en todas direcciones, avanzaban hacia donde dirigían su mirada, sin necesidad de rotar. Entre ellos, aparecía intermitentemente algo similar a una antorcha. El vidente notó que debajo y al lado de cada ser había una rueda intrincada y elevada, adornada con ojos, que se movía en armonía con los seres. Sobre ellos, se extendía un firmamento deslumbrante.
Conforme se acercaban, Ezequiel se alarmó por el estruendo de las alas en movimiento. Después, cuando las alas se detuvieron y la visión cesó, escuchó un sonido sobre el firmamento. Observó un trono de zafiro elevándose sobre la expansión, ocupado por una figura radiante, brillante y ardiente, envuelta en un resplandor similar al del arcoíris. Ezequiel reconoció que había presenciado el “Kabod del Señor”.
Josef F. Blumrich, en su análisis detallado de los aspectos técnicos del Libro de Ezequiel en “The Spaceships of Ezekiel” (Las naves espaciales de Ezequiel), describe el vehículo como una cápsula cónica sobre una plataforma propulsora. Propuso que esta base consistía en cuatro unidades de cohetes, cada una con palas de rotor y brazos retráctiles.
La manifestación de la nave sobre el canal Chebar en Nippur es notable, ya que Nippur era considerado un centro de comando espacial antes del Gran Diluvio. La segunda visión del carro que tuvo Ezequiel fue en Jerusalén, y la consistencia en los detalles de ambas visiones sugiere que no son errores de transcripción. En Jerusalén, se le revela a Ezequiel:
“Procede a la extensión abierta y allí te comunicaré mi mensaje’. Así hice, dirigíendome hacia el campo abierto, y ahí se encontraba la gloria del Señor, tal y como la presencié cerca del río Chebar.”
Ezequiel relata cómo el Kabod ascendió desde su base y planeó sobre la urbe antes de retornar al punto de descenso de los querubines:
“La gloria del Señor partió del umbral del templo y reposó sobre los querubines. Estos extendieron sus alas y ascendieron desde la tierra, y yo observé cómo se alejaban… la gloria del Señor estaba por encima de ellos”.
Aunque la cápsula de mando o nave personal podía operar de manera autónoma, requería de la estructura más amplia o plataforma propulsora para viajar distancias extensas y desplazarse con libertad por el planeta.
El Kabod también se manifestó repetidamente ante Moisés y los israelitas durante el periodo del Éxodo. Por ejemplo, tras dejar el área del Mar Rojo y adentrarse en el desierto del Sinaí, el pueblo, descontento y murmurador, fue consolado por Moisés y Aarón con la promesa de que pronto presenciarían el “Kabod del Señor”.
“Por la tarde sabrán que fue el Señor quien los liberó de Egipto, y por la mañana verán la gloria del Señor… Mientras Aarón hablaba, la gente miró hacia el desierto y ahí, en medio de una nube, se manifestó la gloria del Señor”.
Durante su estancia con los israelitas, la nave espacial se resguardaba en la Tienda de Reunión, sirviendo como un albergue temporal o hangar.
Aunque el término Kabod no tiene un origen claro ni una identificación semántica precisa, Shekinah significa literalmente “morada física o lugar de reposo”. A pesar de este significado en el idioma semítico, se ha traducido como “gloria” en las Escrituras, otorgándole una interpretación mística que sugiere una presencia espiritual más que material. De hecho, se ha desarrollado una extensa literatura cabalística en torno a este significado espiritual. No obstante, las Escrituras y los Pseudoepígrafos no respaldan esta interpretación, ya que en todos los contextos donde se menciona, se describe de manera explícita como una morada física o un vehículo personal de la divinidad. Tanto el Kabod como la Shekinah se asientan sobre una estructura propulsora conocida como “querubines”.
El significado de Querubín y las naves de los antiguos astronautas
“Querubín” es un término que ha sido objeto de diversas interpretaciones teológicas. Aunque sus raíces etimológicas son inciertas, comúnmente se le asocia con seres celestiales alados o una categoría especial de ángeles. Según una interpretación de la Enciclopedia Judaica, la palabra hebrea “querubín” o “Keruv” podría derivar de una transposición de letras de la palabra “rekhuv”, que significa carro. Esta perspectiva es coherente con las referencias bíblicas que a veces equiparan a los querubines con vehículos celestiales, como se menciona en el Segundo Libro de Samuel.
El Salmo 18 también hace eco de esta idea:
“Dobló los cielos y descendió; oscuridad profunda estaba bajo sus pies. Montó un querubín y voló; se desplazó rápidamente en las alas del viento”.
Saadiah Gaon, un filósofo medieval del siglo X y destacado erudito de la comunidad judía en Babilonia, identificó la Shejiná con el “kavod ha-shem”, una expresión que tradicionalmente se interpreta como “la majestad de su nombre”. En un contexto contemporáneo, “kavod ha-shem” podría entenderse como “el vehículo del shem”, y este término, según se analizará, también sugiere la idea de una nave espacial, siendo el principal propulsor de cohetes.
Cohete principal: el Shem de los Hebreos y el Shumu de los Sumerios
A lo largo de los siglos, intérpretes y traductores han otorgado a la mención de “shem” en Génesis 11 un carácter simbólico, interpretándolo como el deseo humano de forjarse una “fama” o renombre mediante la construcción de una torre que alcanzara el cielo.
El relato bíblico de la Torre de Babel en Génesis narra los sucesos posteriores a la repoblación de la Tierra después del Diluvio, cuando un grupo de personas “se desplazó hacia el este, hallando una llanura en la tierra de Sinar y allí se asentaron”. Sinar es, evidentemente, la región de Sumer, y la llanura mencionada se sitúa entre los ríos de Mesopotamia.
De acuerdo con Génesis, la gente proclamó:
“Edifiquemos una urbe y una torre con su cima en los cielos; y forjémonos un renombre [shem] para evitar ser esparcidos por la superficie de la Tierra”.
No obstante, este empeño no fue del agrado de la divinidad, que descendió para inspeccionar.
“Y Yahvé bajó para observar la ciudad y la torre que los descendientes de Adán habían construido. Y expresó: ‘Miren, son un solo pueblo con un solo idioma, y esto es solo el comienzo de sus obras. Ahora, nada de lo que planeen hacer les será inalcanzable’”.
[Comentario: Se recuerda que el “Señor” es un “dios celoso”. Surge la curiosidad sobre qué opinaría este “Señor” acerca de la colaboración entre Estados Unidos y Rusia en la problemática Estación Espacial Mir].
Entonces, la divinidad optó por intervenir y comunicó a algunos compañeros no identificados:
“‘Descendamos y confundamos allí su lenguaje, para que no comprendan el lenguaje unos de otros’. Y Yahvé los dispersó desde ese lugar sobre la faz de toda la tierra. Y cesaron la construcción de la ciudad, por lo que se le llamó Babel, porque allí Yahvé confundió el lenguaje de toda la Tierra”.
El pasaje del Génesis suscita interrogantes más que soluciones. ¿Cuál era la motivación de los antiguos babilonios para “hacerse un nombre” y por qué este “nombre” debía estar en una torre o zigurat que tocara los cielos?
Resulta enigmático cómo la creación de un nombre o prestigio podría evitar la dispersión de la humanidad por el mundo, y por qué el Señor se mostraba tan contrariado ante la idea de que tal “nombre” otorgaría al hombre la capacidad de lograr cualquier cosa.
Parece que hay elementos no relatados en el texto.
La comprensión de estas cuestiones se aclara al interpretar “cohete” en vez de “nombre” para el término hebreo o semítico “shem”. La narrativa se centra en el anhelo humano de construir una torre para erigir un cohete espacial, con el fin de surcar los cielos como los dioses, e incluso intentar alcanzar la nave espacial en órbita para encontrarse con los dioses y, posiblemente, obtener la inmortalidad. Esto era inadmisible para los dioses; solo ellos tenían el derecho de poseer y operar cohetes y naves espaciales.
El vocablo hebreo “shem” proviene del acadio semítico “shumu”, que se emplea en la Epopeya de Gilgamesh en un contexto similar al de la Torre de Babel.
Gilgamesh, monarca de Uruk, se hallaba afligido por la perspectiva de la muerte. Al observar los cadáveres flotando en el río desde lo alto de las murallas de la ciudad, temía que ese fuera también su destino, dado su carácter parcialmente mortal. Por ello, decidió buscar la inmortalidad y se propuso llegar a “la tierra de los vivos” o a la región de los cedros del Líbano.
Gilgamesh reveló a su compañero Enkidu su intención de adentrarse en la tierra de los cedros para establecer su “shumu” en el “lugar donde los shumus son criados, yo también criaría mi shumu”.
Enkidu le advirtió que esa tierra estaba bajo el dominio de Utu y que necesitaba su consentimiento, lo cual Gilgamesh solicitó. Utu o Shamash era el soberano de la tierra de los cedros, donde se ubicaba la plataforma espacial.
Es evidente que traducir “shumu” como nombre o fama carece de lógica. Al igual que en el Génesis, el hombre aspiraba a emular a los dioses y construir un cohete espacial para alcanzarlos, ya que ellos poseían todos los secretos, incluido el de la longevidad.
Un uso parecido de “shumu” se encuentra en la Historia de Adapa. Tras ser convocado al cielo por el dios supremo An y tras un vuelo en el que ha contemplado las maravillas de la tierra y el cielo, el dios supremo desea saber quién le proporcionó un “shumu” para que pudiera llegar a la “morada celestial” o nave espacial en órbita. Aquí, “shumu” se refiere claramente a un vehículo que le transportó desde la tierra hasta los cielos.
El Shem era, al parecer, el propulsor principal que llevaba la Shekinah o Kabod, la cápsula de mando, cuando era necesario dejar la Tierra para dirigirse a la nave espacial en órbita. Se presume que el propulsor principal volvía a la Tierra y se mantenía en la plataforma de lanzamiento de Baalbek, listo para la próxima misión. Un propulsor de tal magnitud no era necesario para que la nave compuesta (Shekinah y Querubines) partiera de la nave espacial y regresara a la Tierra. En ese caso, solo se necesitaba una capacidad de frenado para desacelerar la reentrada de la nave espacial.
La cápsula espacial individual o unidad de control parecía contar con un mecanismo de propulsión autónomo, ya que podía ascender desde la base propulsora o querubín y navegar por sí misma en trayectos breves, tal como se muestra en el episodio del carro de Ezequiel en Jerusalén.
Dicha unidad de control servía como el aposento privado de los supuestos astronautas antiguos, y su estructura y diseño se erigieron como el emblema o imagen del domicilio de las deidades a lo largo del Oriente Medio, abarcando regiones como Mesopotamia, el Levante, Egipto y Grecia.
Cápsula de mando o la Morada de los dioses
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Se cree que la estela de triunfo levantada por Naram-Sin, perteneciente a la dinastía Akkad en torno al siglo XXIII a.C., simboliza su triunfo sobre una comunidad local.
La estela muestra a Naram-Sin ataviado con el casco cornudo propio de una divinidad, aplastando victorioso a un adversario derrotado.
Está orientado hacia una prominente forma cónica coronada por el emblema estelar de Shamash.
Naram-Sin proclamó haber invadido una región montañosa durante sus campañas militares, y se vanagloria en un grabado de haber arrasado las urbes de esa región montañosa.
Dicha región se identifica con el Líbano, como se detallará (en el capítulo 16), y la figura cónica representaba las instalaciones espaciales de Baalbek. Este ícono cónico era venerado como la residencia de las deidades y se convirtió en un símbolo sagrado en todo el Próximo Oriente.
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El término “betyl”, empleado por las culturas semíticas y derivado de “beth-el”, que se traduce como ‘la casa de la divinidad’, se manifiesta en múltiples variantes.
En una acuñación de Biblos, el enclave fenicio, se observa la figura cónica dentro de un espacio consagrado para su adoración. Una forma parecida era venerada en toda la región del Próximo Oriente como el hogar del dios tutelar.
Para rastrear el origen de “baetyl” o “betyl” en su acepción de morada divina, es preciso remitirse al mito del Fénix, el pájaro mítico que renació envuelto en llamas desde la Piedra del Sol en el Templo del Sol de la urbe de An, en el delta del Nilo, conocida como Heliópolis en la nomenclatura helénica.
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