Y es que poco antes de que el libro apareciera el 31 de marzo de 1978, la prensa ya se había enterado de la historia. El New York Post había publicado un artículo el 3 de marzo con un titular que no dejaba dudas, Baby Born Without A Mother: He’s first human clone, es decir, que el Post le estaba contando a sus lectores que en 1978 se encontraban en los albores de una nueva era marcada por la reproducción humana. La noticia sobre el libro de Rorvik se extendió como la pólvora y esa misma tarde abrió las noticias de los boletines de televisión de todo Estados Unidos. ¿De verdad existía un clon humano?
Beatrice Mintz, pionera en las técnicas de ingeniería genética (entre las primeras científicas en generar mamíferos tanto quiméricos como transgénicos) y cuyo trabajo era mencionado en el libro de Rorvik, tildó al periodista como un “fraude”. De hecho, la historia del enigmático millonario, un hombre de negocios bajo el pseudónimo de Max, era bastante difícil de creer.
En el libro Max dice que estaba dispuesto a poner de su bolsillo un millón de dólares o incluso más con el fin de “adquirir una réplica de sí mismo”, es decir, algo así como un niño genéticamente idéntico a él, un hermano gemelo que volvía en el tiempo 70 años, un clon.
Ocurre también que la figura de Rorvik no era cualquiera. El hombre se había labrado una carrera y un nombre en el periodismo científico. Había trabajado como corresponsal científico para la revista Time o el New York Times y anteriormente había sido el autor de varios libros sobre medicina reproductiva. Por tanto y hasta cierto punto, la idea no era una auténtica locura. En el libro y como contaba, Max se dirigió a él por sus contactos. Y él fue el que movió los hilos con la comunidad científica para averiguar quién estaba dispuesto a intentar el experimento.
Y es que desde un punto de vista técnico, el negocio de la clonación de un ser humano se compone de una serie de pasos bastante complicados. En el caso del relato de Rorvik, el escepticismo tenía mucho sentido teniendo en cuenta que la técnica que describía para la clonación era la misma que tuvo lugar en los 60 con una rana. Los científicos argumentaban que eso no era viable debido a las diferencias entre la biología de los mamíferos y los anfibios.
El relato del libro cuenta como el periodista encontró finalmente un médico que lideró el proyecto (un médico con nombre en clave Darwin), un profesional que afirmaba haber resuelto todos los problemas que hasta aquellas fechas ninguno de los contemporáneos, de las mentes más importantes del mundo en el campo habían conseguido descifrar. Pensemos que incluso la técnica de la implantación de un óvulo fertilizado para un embarazo fue un hecho oficial a partir de 1978.
Pero no eran sólo los datos científicos, en la historia de Rorvik habían otros datos que no parecían reales, por ejemplo la ubicación y el elenco de la propia historia. El doctor Darwin se suponía que había realizado sus investigaciones en una isla del Pacífico no identificada en algún punto cercano a Hawai, un enclave donde Max era propietario de unas plantaciones y donde tenía una serie de participaciones en la industria pesquera.
Roberto, uno de los empleados de Max, sería el hombre encargado de buscar entre sus fábricas y en las granjas de la isla a una posible candidata para llevar y entregar un clon de Max. El millonario había estipulado dos condiciones para ello: la mujer debía ser virgen y debía de ser atractiva. Tras una búsqueda exhaustiva, Roberto acaba encontrando finalmente a una joven de 17 años (nombre en clave Sparrow), la mujer que más tarde dio a luz al bebé dos semanas antes de la navidad de 1976.
Ira Levin (el hombre de la mítica Rosemary´s Baby) publicara su novela The Boys from Brazil, nada menos que un éxito de ventas donde se fabula sobre la creación de decenas de clones de Hitler por parte de un proyecto urdido por Mengele. Incluso no sólo la opinión pública, en la misma época algunos científicos también llegaron a solicitar la suspensión de la técnica que se estaba desarrollando para la introducción de genes individuales en organismos diferentes.
En este contexto apareció el libro de Rorvik, y fue todo un desastre de relaciones públicas para la ciencia. El medio alemán Der Spiegel llegó a publicar un artículo de portada bajo el título de: “La genética: mil veces peor que Hitler”. Por temor a proporcionar a Rorvik más publicidad, algunos científicos se niegan a hablar sobre el libro. Otros, sin embargo, lo toman como un estímulo para un debate público. Uno de ellos fue el biólogo Jonathan Beckwith, profesor de Harvard, quién llegó a declarar que:
Un día despertaremos del sueño. Y tal vez no ocurra esa vez. Pero la próxima vez, de repente, nos daremos cuenta de que hemos creado un monstruo que no queríamos crear.
Tal fue el revuelo, que el 31 de mayo de 1978, dos meses después de la aparición del libro, se celebró una audiencia en el Congreso de Estados Unidos sobre “el ámbito de la ciencia que se denomina como biología celular”. En realidad una investigación sobre el libro de Rorvik. En ese momento J.B. Lippincott, editorial del libro, fue duramente atacada durante la audiencia en el Senado por el simple hecho de haber publicado el libro. El resultado de la misma no tuvo el efecto deseado y las ventas del libro despegaron. Rorvik por su parte fue convocado a declarar, y el periodista se excusó con el argumento de que en esos momentos tenía la agenda ocupada de viaje por Europa promocionando el libro.
No sólo eso, con el fin de “proteger al niño contra los posibles daños de su exposición pública”, el periodista también se negó a poner al comité del Senado en contacto directo con las personas involucradas en la historia. Incluso el editor no tenía ni la más mínima prueba de que la historia que le había vendido Rorvik era cierta o tenía alguna base real. Según el periodista y cuanto más rocambolesca parecía la historia, más real debía ser. Así y a modo de defensa, Rorvik declaró a los medios:
¿Un millonario que está envejeciendo? ¿Una isla tropical? ¿Una joven virgen de 17 años? ¿Una madre de alquiler? Pónganse en mi posición. ¿De verdad creen que me arriesgaría a escribir una historia así si no fuera real? En efecto, no pondría mi carrera en juego de no ser cierto.
Tres meses después de la publicación del libro aparece en escena el genetista Derek Bromhall, el mismo cuyo nombre aparecía citado en el libro de Rorvik. Bromhall presenta una demanda de 7 millones de dólares contra el periodista por difamación. Max, supuestamente en el libro, se clonó usando una adaptación del método que el genetista había desarrollado en conejos. Al parecer, en mayo de 1977 Rorvik había enviado una carta a Bromhall pidiéndole más información acerca de esta técnica (cinco meses después de la clonación según el libro).
En el transcurso del juicio Rorvik admitió que se había inventado tres de los personajes de su libro, entre ellos el de Roberto. En cualquier caso y para resolver el asunto, el periodista sugirió un análisis de sangre con la condición de que a Max se le debía permitir elegir los médicos encargados de tomar muestras de él y del niño. El juez se negó y acabó dictaminando que se había cometido fraude.
El 7 de abril de 1982 la editora de la publicación llega a un acuerdo fuera del juzgado con Bromhall, un acuerdo donde Lippincott le pagó al genetista alrededor de 100.000 dólares junto a la emisión de una declaración donde afirmaba que la historia que se contaba en el libro era una ficción.
En cuanto a Rorvik, el hombre continuó manteniendo que su libro era verdad. El misterio de por qué el periodista perpetró semejante engaño sigue sin tener una explicación lógica. La mayoría de la gente asume que el libro fue una manera de hacer dinero rápido, otros, los menos, que tras el mismo podría haber algo más.
Aunque existe una tercera vía que podría dar con la explicación. Un ex colega de Rorvik lo explicaría en pocas palabras cuando lo definió así:
David es inteligente. David es un buen escritor. Pero David también es un tipo un poco extraño.
Y es que como parte de una colaboración en la revista Omni, en 1997 Rorvik cambió de parecer aunque de manera muy ligera. En ese momento dijo lo siguiente:
La realidad es que no estaba al tanto de todos los aspectos del proyecto que se detallaban en mi libro, y por tanto nunca tuve una prueba del éxito… sin embargo, evidencias circunstanciales me llevaron a la conclusión de que el proyecto tuvo éxito. Lo creí a finales de 1970 y lo creo aún hoy.
Ese mismo año tuvo lugar el nacimiento de la oveja Dolly, el anuncio del primer mamífero clonado. Aunque mucho antes y aún hoy, un hombre siga manteniendo que gracias a él la clonación humana llegó antes de que el propio planeta lo creyera.
Autor Miguel Jorge