En 2011, la playa de Melenara, en el municipio grancanario de Telde en Gran Canaria, España, se vio enriquecida con una estatua sorprendente: “Neptuno saliendo del mar”. La denominación de esta obra, de 4.20 metros de altura y creada en bronce por el escultor Luis Arencibia, resulta evidente por la escena que representa.
Erguida sobre un montículo de piedra volcánica en la zona sur de la playa, la imponente estatua de Neptuno captura la esencia del dios del mar emergiendo de las profundidades, un tributo artístico que añade una dimensión mágica a la costa de Melenara.
Erguido en medio del vasto océano, Neptuno se ha transformado en un imán para miles de visitantes que acuden a Melenara, ansiosos por contemplar la playa donde el soberano griego reina con majestuosidad.
A lo largo del tiempo, la escultura ha enfrentado desafíos, requiriendo restauraciones periódicas. En el año 2010, tras un fuerte temporal, Neptuno perdió el brazo que sostenía su tridente, pero la resiliencia divina prevaleció.
Fue en abril de 2017 cuando el dios de bronce finalmente recuperó su brazo y tridente, gracias a un proyecto financiado con más de 23.000 euros por la Dirección General de Infraestructuras Turísticas del Gobierno de Canarias.
La elección de Melenara como hogar para Neptuno no sorprende, pues la población está intrínsecamente ligada al mar. El nombre del pueblo parece encontrar sus raíces en Almenara, localidad castellonense que posiblemente estuvo vinculada a la expedición que desembarcó en sus playas en 1344. Un enlace histórico que se manifiesta en la presencia imponente del dios marino, testigo eterno de las conexiones entre el hombre y el océano.
Neptuno en la mitología
En la antigüedad, Neptuno, conocido como Poseidón en la mitología griega, gobernaba con majestuosidad sobre los mares como uno de los dioses olímpicos. Cuando los dioses distribuyeron el mundo, Poseidón recibió la encomienda del dominio marino, con el poder de desatar tormentas y oleajes, y la habilidad de hacer surgir pozos y charcas en la tierra.
Con el surgimiento de las ciudades humanas, las deidades debieron elegir dónde serían veneradas. En ocasiones, múltiples dioses anhelaban la misma ciudad, desatando la intervención de Zeus y sus jurados para decidir quién sería adorado. Cuando Neptuno perdía ante sus hermanos o hermanas divinas, desataba desastres naturales que arrasaban las ciudades con su furia.
Un detalle intrigante es que, la mayor parte del tiempo, la estatua de Neptuno permanece a la vista, pero cuando la marea sube, ¡parece que emerge de las profundidades! Esta visión, sin duda, ofrece un espectáculo asombroso y mágico, recordándonos la imponente presencia del dios del mar en su esplendor.
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