¿Tecnología avanzada en el antiguo Egipto?
La idea de los dioses antiguos como seres sagrados y divinos es común, pero la historia no convencional nos plantea una perspectiva diferente. Según la teoría de los antiguos astronautas, estos seres ancestrales no eran deidades, sino más bien entidades biológicas con tecnología avanzada. Se cree que llegaron a la Tierra desde el espacio y se relacionaron con las antiguas civilizaciones humanas, compartiendo conocimientos y sabiduría.
¿Dónde quedó la tecnología de estos visitantes? ¿Es posible que hayamos encontrado evidencia de sus naves espaciales en cámaras subterráneas en Egipto? Walter Hitzler lideró una expedición arqueológica secreta alemana en 1937, y sus registros sugieren que las antiguas culturas estuvieron en contacto con civilizaciones altamente avanzadas. Aunque esta hipótesis es rechazada por la comunidad científica convencional, los defensores de teorías alternativas continúan descubriendo pruebas que indican que el contacto extraterrestre pudo haber ocurrido hace miles de años, no solo en Egipto, sino también en otras partes del mundo. La posibilidad de que la Tierra haya sido visitada en múltiples ocasiones sigue siendo un enigma intrigante.
Hallazgo de una nave espacial en Egipto
Walter Hitzler, impulsado por el deseo de encontrar pruebas que respaldaran sus teorías, se aventuró a explorar otra entrada al complejo subterráneo. Acompañado por tres colegas, pronto perdió su rastro mientras se movía rápidamente por los pasadizos y cámaras. A pesar de la excelente acústica, sus llamados quedaron sin respuesta. Desconcertados, sus compañeros abandonaron el laberinto y ordenaron a los demás miembros de la expedición establecer un campamento cerca de la entrada, con la esperanza de que Walter emergiera sano y salvo.
Y así fue. Casi 18 horas después, Hitzler emergió del pasillo, visiblemente exhausto. Las anotaciones en su diario eran asombrosamente detalladas. Sin embargo, incluso sus amigos y colegas más cercanos creían que Walter había perdido la cordura. Sus entradas describían una colosal nave espacial perteneciente al antiguo dios Amset. Afirmaba que dentro de la mazmorra existía un portal hacia otra realidad, en la cual él había ingresado.
Al día siguiente, una vez recuperada la compostura, Walter Hitzler describió con mayor claridad los eventos ocurridos en la mazmorra. Al entrar en la cámara, una música resonante parecía llamarlo. Las campanadas eran tan cautivadoras que lo atrajeron involuntariamente, como si una fuerza invisible lo impulsara. De repente, dos sacerdotes aparecieron a su lado. Su atuendo sugería que había sido transportado a otra época, quizás a la era de los faraones.
Los sacerdotes le entregaron un extraño artefacto similar a una celosía de oro, con una esfera dorada en su centro. Cada celda contenía un cristal grabado con el nombre de una deidad del panteón egipcio. Walter tocó el cristal que llevaba el nombre del dios Amset y fue transportado instantáneamente a una vasta sala. Allí, observó un colosal aparato, con aproximadamente 180 metros de longitud y 35 de ancho, adornado con diversos paneles, palancas, botones y pantallas.
¿Fue encontrada una nave espacial en una cámara subterránea en Egipto?
Tecnología avanzada en el antiguo Egipto
Walter Hitzler se encontraba frente a una estructura desconocida, llena de misterios y símbolos enigmáticos. Su curiosidad lo impulsó a interactuar con los paneles, pero los dos primeros intentos no produjeron ningún efecto. Fue al tercer intento cuando todo cambió drásticamente.
La estructura comenzó a temblar violentamente, como si un terremoto la sacudiera desde su interior. Una vibración poderosa emanaba de la nave misma. Walter observó las escotillas en la parte delantera, adornadas con placas doradas inscritas con símbolos que le resultaban completamente desconocidos. Sin pensarlo demasiado, extendió la mano y tocó el primer símbolo que encontró.
Las placas se abrieron, revelando una capa de una sustancia que parecía un grueso cristal negro. A través de este cristal, pudo vislumbrar los intrincados dispositivos de control del coloso. Un botón brillaba en rojo, y un rayo se movía de un lado a otro, creando un patrón circular en la superficie de cristal. Walter, sin comprender del todo lo que estaba haciendo, colocó la palma de su mano sobre el círculo rojo, y el rayo se detuvo abruptamente.
Sin previo aviso, dos sacerdotes emergieron de las sombras y agarraron sus brazos con firmeza. Lo condujeron apresuradamente hacia una rejilla dorada con una esfera en su centro, presionando su mano ilesa contra un símbolo grabado en ella. Walter perdió la conciencia y, al recobrarla, se encontraba en una de las salas de la mazmorra. El dolor en su brazo había cesado, pero las cicatrices profundas en su piel eran la prueba tangible de que todo lo que había experimentado era real.
Agotado y confundido, Walter se dirigió hacia sus compañeros, quienes lo recibieron con escepticismo. Al día siguiente, cuando intentó regresar al complejo, la música celestial había desaparecido, y el enigmático portal no se manifestaba. Sus colegas lo tildaron de demente, a pesar de las marcas de quemaduras que adornaban su piel. La verdad seguía oculta en los recovecos de aquella estructura, y Walter Hitzler quedó atrapado entre dos mundos, con su destino aún incierto.
Hitzler persistió para encontrar la verdad
Luego, Hitzler optó por dedicar un día completo en la mazmorra para desentrañar el misterio. Sostenía la hipótesis de que la tecnología allí presente podría ser activada eventualmente. Después de su estancia en la mazmorra por el periodo previsto, no emergió a la superficie y todas las tentativas por hallarlo fueron infructuosas.
Del grupo expedicionario de 1937, únicamente su cuaderno de notas retornó a Alemania, siendo la única evidencia del oscuro suceso. Respecto a Walter, la teoría más aceptada es que cruzó hacia aquel dominio alterno una vez más, y su paradero final continúa siendo un enigma.
El antiguo matemático griego y las deidades dormidas
Un manuscrito ancestral hallado en el monasterio de San Gall en Suiza narra la existencia de un pasadizo subterráneo y una pirámide hecha de cristal. Se supone que el redactor de este texto fue el célebre matemático Tales, quien emprendió un viaje a Egipto con el fin de analizar las pirámides. Durante su estancia, descubrió una vasta pirámide de cristal rojo y tres filas de vitrinas que exhibían individuos vestidos con elegancia en telas de plata y oro. El sacerdote que inicialmente guió a Tales por esta estancia retuvo detalles cruciales, pero al final confesó que aquel lugar era el santuario de las deidades en letargo.
¿Tecnología avanzada en el antiguo Egipto?
De forma lamentable, el sacerdote encontró su fin a manos de agresores misteriosos justo después de hacer su gran revelación. Tales, por su parte, logró escapar de un destino similar gracias al auxilio de un devoto seguidor, un prominente comandante militar del Egipto helenístico. A pesar del respaldo de tan poderosa figura, Tales se vio forzado a abandonar Egipto, embarcándose en el primer barco rumbo al norte. En sus relatos, Tales señalaba a los sacerdotes secretos de Amset como los instigadores de su destierro, alegando que su poder se extendía por toda la administración griega en Egipto.
El manuscrito egipcio atribuido a Tales se mantuvo resguardado en la biblioteca del monasterio de San Galo hasta 1711, año en que se perdió su rastro. Posteriormente, en 1806, el documento resurgió en la Academia Francesa de Ciencias. Un grupo selecto de científicos, comisionados por Napoleón para rastrear artefactos del Egipto antiguo, lo examinó detenidamente.
Para 1876, el pergamino había sido trasladado a la Biblioteca Vaticana. A partir de ese momento, la Iglesia católica, custodia de innumerables secretos, ha mantenido dicho pergamino lejos de la vista pública. Adicionalmente, Ezing rememoraba un texto árabe que describía la expedición subterránea de un visir de Bagdad en busca de un tesoro, durante la cual se topó con el rey Zohhak, un ente adornado con serpientes en sus hombros capaz de asestar golpes mortales a sus adversarios a gran distancia.
La búsqueda de la nave estelar por los alemanes pragmáticos
En el transcurso de una misión secreta nazi en Egipto, que se extendió por más de tres años hasta finales de 1942, Esing tuvo un encuentro con Konrad von Wallenstein, un científico alemán perteneciente a la división histórica del departamento científico de la Oficina Principal de Seguridad del Reich.
Desde 1934, Wallenstein y su grupo estaban en la búsqueda de la astronave del dios Amset. Dicha estructura monumental es mencionada en varios textos árabes, y se narra que Yusuf al-Ashraf, un noble enviado a la corte de Egipto, visitó dicha nave en el siglo XIV, elaborando un detallado reporte para la oficina de Tamerlán.
El reporte, una vez despojado de su prosa florida, describía un túnel cavado en las montañas y una cima de cristal de roca que resplandecía con la intensidad del tesoro del Gran Mogol. Esta cima rivalizaba con las montañas más elevadas y su base era suficientemente amplia como para sostener el pasto de 10.000 caballos. Yusuf al-Ashraf relató haber observado guerreros con cuerpos y rostros plateados dentro de una pirámide de cristal, caminos transitados por sacerdotes y representaciones tridimensionales de una civilización misteriosa.
Se pensaba que los sacerdotes de Amset tenían el poder de destruir ciudades enteras o ejércitos grandes sin necesidad de asistencia. Se decía que estos sacerdotes habían vivido allí por 11 ciclos de 999 años y que estaban a punto de partir hacia las estrellas. Yusuf al-Ashraf trató de ganarlos como aliados para Tamerlán, pero los seres celestiales rechazaron la propuesta. La astronave de Amset, según se decía, se encontraba en una meseta montañosa, a la cual solo se podía acceder a través de un túnel específicamente excavado. Yusuf al-Ashraf también describió naves de cristal que podían saltar sobre montañas y proyectiles comunicantes que operaban a una distancia equivalente a quince días de marcha.
El informe fue retirado de la Unión Soviética
Los documentos de un aristócrata de la era medieval, así como otros registros vinculados a Tamerlán, fueron secretamente transferidos de la URSS a Alemania en 1934, y se les otorgó una importancia excepcional. El equipo de investigación científica alemán supuso que la embarcación mencionada no estaba aislada en su ubicación y procedió a analizar y clasificar con esmero todas las evidencias relacionadas. En Egipto, se identificaron varios sitios arqueológicos con anomalías geológicas notables, las cuales se consideraban apropiadas para el asentamiento del dios celestial Amset.
Se pensaba que la imponente estatua de Amset, que los manuscritos describían como completamente dorada, se encontraba en la sala principal del templo secreto de Amset, un lugar solo conocido por el sumo sacerdote. Se decía que allí, el sacerdote se comunicaba directamente con las constelaciones y, tras su retorno, transmitía las decisiones definitivas y de aplicación inmediata de las divinidades al Consejo de Sacerdotes. Las grandes urnas de piedra del salón principal, cuyo propósito no se revelaba, continuaban siendo un enigma, ya que los textos dedicados a Amset no las mencionaban.
Estas urnas estaban decoradas con grabados de excepcional claridad y alta calidad. Después de un detallado proceso de grabado, artistas anónimos rellenaron los diseños con colores dorados y plateados. Se destacaban las figuras de personajes con vestimentas poco comunes realizando tareas misteriosas, así como representaciones de astros, serpientes y distintas estructuras arquitectónicas. No obstante, una obra de arte majestuosa dejó a Ezing, acostumbrado a las maravillas, completamente asombrado.
Este relato añade otra perspectiva a las teorías sobre la posible existencia de tecnología avanzada en el antiguo Egipto. Lo que se creía que eran deidades, podrían haber sido seres no humanos con tecnología superior.
Autor bibliotecaOculta.com