
El 31 de enero de 1978, un evento inusual tuvo lugar en los cielos. Ese día, el vuelo 502 de Aviaco, que viajaba de Valencia a Bilbao, se encontró con una situación atípica.
Mientras se aproximaba al aeropuerto de Sondika, el comandante Carlos García Bermúdez intentó navegar a través de una formación de nubes, pero la torre de control negó el permiso para aterrizar debido a las adversas condiciones climáticas. Como resultado, se tomó la decisión de desviar el avión hacia el aeropuerto más cercano en Santander, a solo cien kilómetros de distancia.
En el camino, una nube lenticular grande y luminosa apareció ante ellos, causando sorpresa en el comandante García Bermúdez y su copiloto, Antonio Pérez. Al entrar en la nube, el avión experimentó fallos electrónicos, con el ordenador de a bordo mostrando lecturas incorrectas y perdiendo la comunicación con la torre de control.
Por siete minutos, el avión continuó hacia Santander sin visibilidad. Las brújulas giraban erráticamente y los instrumentos indicaban que estaban volando invertidos. En respuesta, los pilotos optaron por el control manual.
Al salir finalmente de la nube, los sistemas electrónicos volvieron a la normalidad, pero se descubrió que el avión no había avanzado hacia su destino mientras estuvo dentro de la nube. Lo que debería haber sido un viaje de quince minutos se extendió a más de treinta, con quince minutos perdidos inexplicablemente.
Nunca se aclaró qué causó la detención del vuelo 502 en el aire durante esos quince minutos, pero lo que sí se sabe es que algo extraordinario ocurrió ese día en el cielo de Bilbao.
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