Los Ovnis raptando ganado: EL CASO BENNEWITZ

Paul Bennewitz
Se relacionó con Gabe Valdez, oficial de policía de la zona al que el interés en las mutilaciones de ganado en el área norte de Nuevo México era evidente, hicieron algunos raids juntos de noche y de día tomando fotografías y filmando las luces inusuales en el cielo. Hizo muchos viajes a Nuevo México juntando cada vez más información a tal punto que sus colegas, los Lorenzen y otros de APRO, tuvieron dudas de su objetividad. Entre 1979 y 1980 (el registro de la fecha no es muy claro) Bennewitz y un psicólogo y ufólogo llamado Leo Sprinkle, investigaban juntos la historia de una mujer profundamente afectada por una abducción, su nombre: Myrna Hansen; ella declaró que junto a su hijo había visto un ovni mientras conducia en un camino rural cerca de Cimarrón, en el noreste de Nuevo México.
Con el mismo permiso de la paciente el Dr. Leo Sprinkle la sometió a una regresión hipnótica y pasado un tiempo Bennewitz y Sprinkle escucharon de ella una fantástica historia. Bajo hipnosis la paciente dijo que no sólo había visto varios ovnis ese día, sino también habían observado cómo el ganado era abducido por naves, junto a los animales ella y su pequeño hijo también fueron abducidos y llevados a una base subterránea cerca de ahí, donde vieron el proceso de mutilación del ganado, el drenaje de su sangre y además tinas metálicas en donde habían restos de carne sin identificación, pero también partes humanas como torsos, brazos y piernas de personas flotando en un líquido naranja espeso, mientras oía un zumbido provocado por un brazo mecánico que agitaba suavemente las tinas, finalmente y luego de otros detalles extraños y escalofriantes ella y su hijo fueron acostados en una especie de camilla y se les puso un implante en las cabezas para controlar sus pensamientos a través de estos dispositivos tecnologicos avanzados.
Ademas del asombro inicial, del envío de otras pruebas y del escepticismo de Sprinkle, Bennewitz creyó la historia de Myrna por una razón muy sencilla… Bennewitz vivía en esa época en Albuquerque, Nuevo México, en un sector conocido como Cuatro, adyacente por el noreste al área militar de la Base Aérea de Kirtland, que sirve demás como almacenamiento de armamento nuclear, siendo al mismo tiempo parte del complejo de laboratorios de Sandia junto a un laboratorio de la Phillips, en donde se realizan experimentos e investigaciones ultra secretas para el gobierno y los militares norteamericanos, su casa no estaba a más de media milla de todo aquel complejo militar-científico, por lo tanto tenía una vista privilegiada de lo que ocurría en dicha base, en la que de hecho ocurrían cosas muy extrañas, que con el tiempo se fueron transformando en un cúmulo de situaciones a ser registradas en cinta por Bennewitz.
El área tenía cercas electrificadas; se podía ver fácilmente una entrada de cemento a un bunker empotrado en la base del cerro, la actividad se hacía muy notoria y él y su esposa observaban y filmaban a veces en la noche los flashes de luces, registraban la actividad eléctrica, los ruidos subterráneos, las luces nocturnas desplazándose a velocidades increíbles o deteniéndose en pleno vuelo, hasta incluso la caída de una nave circular cerca de ahí y un montón de cosas fuera de lugar.
Con todos esos antecedentes, Paul comenzó a diseñar y construir dispositivos de registro más sofisticados, dirigió sus antenas a la base cercana con capacidad de registrar ondas de baja frecuencia, transmisiones electromagnéticas provenientes de las naves y de la base en donde se producían estas situaciones; sobrevoló muchas veces el área tomando fotos infrarrojas del área, comenzó a interceptar conversaciones, transmisiones orales y de vídeo desde la base y al revelar las fotografías descubrió pilotes de aterrizaje de naves extraterrestres (o quizás terrestres, a estas alturas) hangares, entradas a la facilidad subterránea, conexiones bajo tierra hacia otros sitios, y limosinas que iban y venían sin parar (quizás por pertenecer a la CIA, NSA u otra agrupación de inteligencia por el estilo), todo esto paralelo a lo que estaba investigando con Myrna Hansen, las mutilaciones en Nuevo México, desde hacía algún tiempo en su casa. A toda esta recopilación de información Bennewitz la llamó el Proyecto Beta.
La gota que rebasó el vaso sucedió cuando construyó un programa computacional basado en un código hexadecimal que podía traducir las transmisiones de los Aliens que controlaban la base y las naves que se veían afuera, Al interceptarlas y estudiarlas llegó a la conclusión de que, además de que esa base poseía una enorme construcción subterránea, conectada con otras, las grabaciones de vídeo y las de cinta interceptadas contenían información suficiente como para darle una escalofriante idea de lo que allí ocurría…
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