El Bosque de Yatir, o de cómo Israel modificó el clima del país para poder sembrar
Terraformando
Se conoce como “Terraformar” a la acción de manipular a gran escala las fuerzas geológicas y climáticas para obtener un resultado deseado. Por lo general, el término se usa para definir la eventual transformación de otro planeta en uno con condiciones semejantes a la terrestre (recordemos el artículo Venus, el planeta que podría ser) pero también puede usarse para definir el control sobre las condiciones climáticas terrestres.
Por lo general, este proceso requiere un conocimiento profundo de las corrientes de aire y la humedad que cargan, y utiliza mecanismos que incrementan o disminuyen la temperatura de un área específica, lo cual permite jugar con las presiones atmosféricas y atraer o expulsar corrientes de lugares específicos, incrementando (o disminuyendo) la humedad.
Esto quiere decir, por ejemplo, que si lleno una gran área desértica caliente de sombras (por ejemplo, poniendo muchos paneles solares) habrá un incremento de la presión atmosférica, generando corrientes hacia afuera, hacia zonas más cálidas, e interrumpiendo las corrientes que ya existen. Esto podría convertir las zonas aledañas en bosques secos, si el aire provee la humedad necesaria.
Pero como imaginarán, el proceso no requiere que sean paneles solares, o construcciones artificiales. De hecho, los árboles pueden servir… si es que se encuentra una manera de que sobrevivan en la aridez.
El bosque de Yatir
En el centro de Israel, bordeando la zona ocupada del Banco Occidental (en cuyas complejidades políticas no profundizaremos), se encuentra el bosque de Yatir. Imaginado por un hombre llamado Yosef Weitz en 1966, este bosque es precisamente lo que mencionábamos más arriba: un mecanismo para modificar la humedad de las zonas adyacentes.
Pero más interesante aún: en los tiempos de su siembra nadie pensó que sobreviviría, pues los árboles de Yatir sobreviven en un territorio de apenas 350 milímetros anuales de lluvia. Para hacerse a una idea, esto ya es un ecosistema desértico, y no es hasta los 500 – 600 que podemos empezar a hablar de un bosque seco.
Pero Weitz tenía una visión. Poco a poco comenzó a seleccionar los árboles más fuertes, aquellos que resistían de mejor manera el verano. En invierno cae agua y las temperaturas bajan, por lo que los árboles pueden crecer, pero se necesitaba que sobrevivieran a las duras temperaturas del verano sin morir.
Irónicamente, fue la sobreabundancia de CO2 en la atmósfera la que lo permitió. Si bien esto no se descubrió hasta hace pocos años, estos árboles pueden extraer dióxido de carbono del aire de manera más eficaz porque ahora hay más, y gracias a ello sobreviven en verano, cuando crecen de manera muy lenta únicamente extrayendo lo que pueden extraer sin abrir sus estemas (lo que previene la pérdida de valiosa agua). En invierno, en cambio, el metabolismo se reactiva y con las lluvias viene el crecimiento.
Pero más importante aún, este bosque detuvo el avance del desierto y llevó a que se redujera la evaporación de agua en el suelo e incluso se incrementara la precipitación hacia el oriente, abriendo nuevas tierras a la agricultura.
Hoy por hoy los árboles incluso se están modificando genéticamente, pues se espera que las lluvias sobre Yatir sigan disminuyendo, pero perder el bosque al desierto implicaría retirarse de vastas regiones que el país ha conseguido convertir en fértiles tierras agrícolas.
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