¿Estamos solos en el Universo? Esta pregunta es recurrente en la humanidad desde que ésta tiene consciencia de vivir en «un punto azul pálido» llamado Tierra, que diría Carl Sagan. Aunque para muchos la posibilidad de vida extraterrestre inteligente está vedada solo a la ciencia ficción, poco a poco la posibilidad ha calado entre la comunidad científica, que busca evidencias sobre la existencia (o no) de estos supuestos seres. Bajo las siglas SETI («Search for Extra Terrestrial Intelligence», o Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre traducido al español), se han llevado a cabo muchos experimentos desde la segunda década del siglo XX, algunos de ellos pivotando alrededor de la idea de que, al igual que nosotros emitimos señales que viajan por el espacio, otras posibles civilizaciones extraterrestres podrían estar haciendo lo mismo, ya sea consciente o inconscientemente.
El modelo establece la probabilidad de encontrar señales en distintas zonas de la galaxia
Hasta el momento se han registrado algunas que no tienen un origen identificable, como la señal «Wow!», detectada en 1977 -que también ha tenido sus intentos de explicación más allá de la teoría extraterrestre-. Sin embargo, ninguna se ha repetido o ha acumulado suficientes pruebas como para ser considerada un argumento de peso en la existencia de vida fuera de nuestras fronteras terrestres. Ahora, un nuevo modelo estadístico llega como herramienta para clasificar esas señales (o la inexistencia de ellas) y probar de manera matemática si existe o no la vida inteligente en el resto del Universo.
El científico de la EPFL (Escuela Politécnica Federal de Lausana) Claudio Grimaldi, que trabaja en asociación con la Universidad de California en Berkeley, ha publicado en «PNAS» este modelo, que ideó mientras estudiaba algo tan, a priori, alejado del espacio, como es la probabilidad de que los nanotubos de carbono intercambiasen electrones (hipótesis englobadada dentro del campo de la física de la materia, no de la astrofísica como tal). Así, se le ocurrió cambiar en su teoría los nanotubos por las estrellas, y los electrones por las supuestas señales extraterrestres, lo que, sumado a otros parámetros, como el tamaño de la galaxia y la cantidad de estrellas que tiene cerca, dibujaría un mapa estadístico que acotaría las zonas para detectar esas supuestas emisiones extraterrestres.
Captar señales o silencio extraterrestre
El modelo estadístico de Grimaldi permite a los científicos interpretar tanto el éxito como el fracaso en la detección de señales a diferentes distancias de la Tierra. «Es a la vez teórico y práctico. La teoría nos da una herramienta para inferir de futuras observaciones prácticas el número típico de señales que puede atravesar nuestro planeta. Por ejemplo, si se detecta una señal a una distancia de aproximadamente 1.000 años luz de la Tierra, es casi seguro que muchas más señales de toda la galaxia cruzan nuestro planeta, aunque aún estén por detectar», explica Grimaldi.
Pero incluso si no se detecta ninguna señal dentro de un radio de 1.000 años luz, Grimaldi sostiene que hay una probabilidad de más del 10% de que la Tierra pueda recibir señales de otros espacios de la galaxia. Sin embargo, aún no los lozalizamos porque no tenemos unos radiotelescopios suficientemente potentes.
Al contrario, el modelo estima que si pudiéramos rastrear las emisiones en un radio de 40.000 años luz y no encontrásemos nada, podríamos concluir razonablemente que ninguna otra civilización en nuestro mismo nivel de desarrollo es localizable en la galaxia. El problema es que hasta ahora los científicos han podido buscar señales dentro de un radio de «solo» 40 años luz, por lo que el abanico de investigación aún es bastante amplio.
Mirando en un espacio muy pequeño
A pesar de que se han hecho muchos avances tecnológicos para localizar señales en el espacio, como el radiotelescopio gigante Square Kilometer Array, un radio telescopio gigante que se está construyendo en Sudáfrica y Australia con un área total de recolección de un kilómetro cuadrado, o el ambicioso programa llamado Breakthrough Listen, que pretende cubrir 10 veces más el cielo que las búsquedas anteriores y escanear una banda de frecuencias mucho más amplia, «expandir la búsqueda a estas magnitudes aumenta aún muy poco nuestras posibilidades de encontrar algo», afirma Grimaldi.
Por ello, este tipo de modelos estadísticos hoy día solo sirve para «evaluar lo pequeña que es la fracción de espacio donde estamos buscando. Esto sugiere que se debe invertir más tiempo y esfuerzo en este campo», subraya el experto.
¿Señales de extintas civilizaciones extraterrestres?
Y la tarea no acaba con recoger señales y probar que son extraterrestres. Al recorrer distancias tan largas, puede que viajen durante miles de años, incluso aunque su emisor (en este caso, la supuesta vida inteligente en el Universo) se haya extinguido. Grimaldi, quien esgrime esta teoría en una publicación anterior, explica: «Depende de la duración de la señal (es decir, durante cuánto tiempo se ha transmitido) y de la distancia de la civilización emisora. Cuanto más cercano está el emisor, mayores son las posibilidades de que todavía esté transmitiendo cuando nos llega su señal. Un emisor muy lejano (por ejemplo, en el borde opuesto de la Galaxia) probablemente permanecerá en silencio cuando su señal atraviese la Tierra, a menos que haya estado transmitiendo durante cientos de miles de años».
El científico italiano se ciñe al campo empírico para opinar acerca de si, efectivamente, hay inteligencia más allá de la Tierra. «Hasta que encontremos alguna evidencia de vida extraterrestre, incluso vida microscópica, es imposible decidir si hay vida evolucionada para formar seres complejos o civilizaciones tecnológicas avanzadas más allá de la Tierra». Sin embargo, a pesar de su condición de hombre de ciencia, Grimaldi deja una puerta abierta más allá, en el terreno de la esperanza: «Me gusta mucho la idea de que hay, o ha habido, otras civilizaciones en la galaxia».
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