Foto: Jean-Léon Gerome. Campaña egipcia de Napoleón Barón. 1863
Napoleón Bonaparte escribió sus memorias, narrando la campaña egipcia en tercera persona. Su meticulosa atención al detalle es notable. Recordó cada movimiento de tropas, el recuento de soldados en batalla, las distancias, los asentamientos y los nombres de todos los beyes egipcios a lo largo de los años. Esta extraordinaria precisión y atención a los detalles han contribuido a la grandeza de la cultura francesa.
El hecho es que durante su campaña en Egipto, Napoleón documentó numerosas pruebas de civilizaciones anteriores al diluvio. Por ejemplo, en 1869 se construyó el Canal de Suez, que tiene 160 kilómetros de largo y conecta el Mediterráneo con el Mar Rojo, ofreciendo una ruta directa a la India.
Sin embargo, en 1798, Napoleón y sus tropas desenterraron un antiguo canal de navegación, aunque desecado. Este no era el “Canal Faraónico” que unía el Nilo con el Mar Rojo, sino el antiguo canal que conectaba el Mediterráneo y el Mar Rojo. La meticulosidad de Napoleón y su equipo de científicos está fuera de toda duda. Esto es lo que escribió Bonaparte:
“Los restos del canal de los dos mares son claramente visibles, sus orillas se encuentran a una distancia de 25 toesas entre sí (aproximadamente 49 metros). El jinete que está en medio del canal no es visible desde ninguno de los lados”.
Es difícil imaginar una civilización sin maquinaria pesada moderna capaz de excavar un canal de 160 kilómetros, 50 metros de ancho y 20 metros de profundidad. Semejante esfuerzo sugiere una cultura marítima altamente desarrollada con capacidades marítimas avanzadas.
Durante su campaña en Egipto, Napoleón encontró numerosas ruinas, mampostería y ciudades desiertas, siendo Hermópolis una de las más notables. Estas antiguas ciudades, frecuentemente mencionadas en sus memorias, pueden ahora estar perdidas por los saqueos o las arenas del tiempo. Napoleón observó que durante la época de Alejandro Magno, el desierto era más hospitalario y estaba salpicado de ciudades y pueblos. La existencia de un mapa que representa el Sahara con ríos y ciudades apoya la teoría de que un evento catastrófico provocó la despoblación de estas áreas que alguna vez fueron prósperas.
Por ejemplo, guarda semejanza con el descubrimiento que hizo Napoleón del lugar por donde los judíos cruzaron el Mar Rojo durante su huida de Egipto. Si bien no lo dice abiertamente, las pistas e implicaciones son bastante evidentes. El propio Napoleón experimentó una situación similar en medio del mar, similar a la de los perseguidores egipcios. Su viaje comenzó cuando un camino surgió entre las aguas divididas y apareció un banco de arena, pero a medida que avanzaba, las aguas convergieron, dejándolo abandonado. Este lugar se conoce como Madia, una bahía menor cerca de Suez.
Napoleón logró atravesarlo de día, pero de noche, sus caballos se sumergían en el agua hasta el pecho y sus tropas escaparon por poco a aguas poco profundas, rodeadas de oscuridad y agua. En un momento terrible, Napoleón exclamó: “¿Vamos a perecer como Faraón?” refiriéndose al ejército egipcio envuelto. Afortunadamente, gracias a un astuto soldado, encontraron una ruta lo suficientemente poco profunda para que los caballos sobrevivieran, escapando antes de que las crecientes aguas pudieran engullirlos por completo.
Cerca de Suez se encuentran los manantiales de Moiseev, la única fuente de agua potable en la zona de Suez. Napoleón señaló que estos manantiales están situados a tres leguas de Suez, a unos 16 kilómetros de distancia. Su equipo de científicos descubrió antiguos acueductos y ruinas en este sitio.
Por ejemplo, Napoleón encontró antiguas murallas que rodeaban la isla Elefanta, que pertenecía a una civilización distinta de la que encontró en Egipto en 1798. En la isla adyacente de Philae, la tumba del dios Osiris fue un lugar de continuas peregrinaciones durante la época de Napoleón. Estas islas y sus ruinas siguen en pie hoy.
Además, Napoleón no reconoció a Israel ni a Judea; se refirió a toda la región como Siria, siendo la tierra santa Palestina. Observó que la población de Jerusalén era enteramente cristiana, lo que implicaba una ausencia de residentes judíos. En Nazaret, registró un encuentro con tres ancianos cristianos, todos de más de noventa años, uno de ellos de ciento uno, que cenaron con Napoleón y recitaron la Biblia con elocuencia. Esto sugiere que la gente vivió hasta edades avanzadas bajo el dominio musulmán, sin medicina moderna ni avances científicos, contrariamente a la afirmación moderna de que la esperanza de vida rondaba los treinta años. En este sentido, los relatos de Napoleón se consideran más fiables que los de los escépticos contemporáneos.
Una observación interesante es que los cañones de 12 libras de Napoleón, que se consideraban avanzados para la época, atravesaron fácilmente la mampostería moderna de las murallas de la ciudad de Jaffa. Sin embargo, fueron ineficaces contra la antigua torre de Acre debido a su construcción antigua y robusta. Esto sugiere que las estructuras más antiguas pueden ser más fuertes y duraderas. En general, el ejército de Napoleón fue extremadamente eficaz contra las fuerzas locales, y las batallas a menudo resultaron en un número desproporcionado de bajas para los egipcios u otomanos en comparación con los franceses, un testimonio de sus tácticas, artillería, disciplina y formaciones cuadradas superiores.
Además, resulta intrigante que Napoleón se refiriera a la capital del Imperio Otomano como “Porta” en lugar de Constantinopla y se dirigiera al sultán turco como emperador. Esto podría indicar que la influencia del Imperio Bizantino fue más significativa de lo que comúnmente se reconoce. Al visitar el puerto de Cesarea, justo al norte de la actual Tel Aviv, Napoleón destacó la abundancia de columnas de mármol, granito y pórfido, evidencia de una civilización que alguna vez fue grande.
Resulta que Napoleón no sólo fue un comandante formidable, sino también uno de los historiadores e investigadores alternativos pioneros que desenterró restos de civilizaciones antiguas durante su campaña en Egipto. Acompañado por 160 científicos, artistas y arquitectos, su ejército registró y esbozó meticulosamente sus hallazgos, alterando significativamente la visión histórica convencional del mundo.
Los descubrimientos fueron tan sorprendentes que plantearon un desafío para quienes intentaron atribuirlos únicamente a los antiguos egipcios, percibidos como incultos, y esta narrativa sigue siendo tenue. Una visita a la actual Alejandría, con su expansión urbana y sus desechos, plantea la siguiente pregunta: si los egipcios alguna vez tuvieron una cultura tan avanzada, con canales, templos antiguos, tumbas y grandes estructuras, ¿qué fue de ella
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