Desde la década de 1990, investigadores de las ciencias naturales y sociales han empleado simulaciones de computadora para intentar responder preguntas acerca del mundo: cuáles son las causas de la guerra; qué sistemas políticos son los más estables; de qué manera afectará el cambio climático a la migración global.
¿Qué tal si un día las computadoras se volvieran tan potentes y estas simulaciones tan sofisticadas que cada “persona” simulada en el código de la computadora fuera un individuo tan complejo como ustedes o como yo, a tal grado que creyera estar realmente vivo? ¿Y qué tal si esto ya ha sucedido?
En 2003, el filósofo Nick Bostrom planteó un ingenioso razonamiento de que quizás estemos viviendo en una simulación de computadora creada por una civilización más avanzada.
¿Cuál era su razonamiento? Si en algún momento la gente desarrolla tecnologías de simulación y si le interesa crear simulaciones de sus predecesores, entonces el número de personas simuladas con experiencias como las nuestras superará por mucho el de las personas no simuladas.
hay buenas probabilidades de que nosotros mismos seamos simulaciones. Nuestro mundo sería solo una de muchas simulaciones, quizás parte de un proyecto de investigación creado para estudiar la historia de la civilización.
En 2012, inspirados por el trabajo de Bostrom, físicos de la Universidad de Washington propusieron un experimento empírico de la hipótesis de la simulación.
Los detalles son complejos, pero la idea básica es sencilla: algunas de las simulaciones de nuestro cosmos hechas en las computadoras actuales producen anomalías características; por ejemplo, hay fallas reveladoras en el comportamiento de los rayos cósmicos simulados.
Los físicos sugirieron que al observar con más atención los rayos cósmicos de nuestro universo, podríamos detectar anomalías comparables, lo cual sería una prueba de que vivimos en una simulación.
En 2017 y 2018 se propusieron experimentos similares. Hasta ahora no se ha realizado ninguno de estos experimentos.