En el Océano Pacífico Sur, dentro de la parte francesa de la Polinesia, se encuentra un grupo de islas volcánicas conocidas como Islas Marquesas. El mayor de ellos es Nuku Hiva, con una superficie relativamente modesta de unos 1.000 kilómetros cuadrados y una población total de aproximadamente 8.000 habitantes.
Aunque constituye una comunidad pequeña, cuenta con una cultura propia y distintiva. Ocultas entre las exuberantes selvas y el terreno montañoso de las Islas Marquesas se encuentran numerosas esculturas de piedra antiguas, meticulosamente elaboradas con toba volcánica roja, cuyos orígenes están envueltos en la niebla del tiempo.
Las figuras retratadas en estas esculturas poseen rasgos humanoides o humanos, aunque con un grotesco extraordinario: sus ojos son notablemente grandes, parecidos a los de las ranas, sus bocas gruesas y anchas, que recuerdan también a las ranas, y exhiben brazos enteramente humanos. piernas y genitales.
Los arqueólogos se refieren a estas esculturas como “tiki”, un término que abarca en términos generales las antiguas esculturas de piedra de toda la Polinesia. La palabra en sí proviene del idioma maorí, que se habla en Hawái, donde designa al primer hombre y a un semidiós de su mitología.
Si bien las estatuas tiki hawaianas también tienen su propia intriga, las de las Islas Marquesas son considerablemente más inquietantes y, para algunos, incluso de apariencia “extraterrestre”. No sorprende que los partidarios de la teoría del paleocontacto lleven mucho tiempo cautivados por ella.
Estos defensores postulan que antiguos seres extraterrestres visitaron la Tierra en su historia temprana, instruyendo a los humanos en diversas disciplinas como agricultura, ciencia, matemáticas y más.
Por el contrario, los historiadores sostienen que las estatuas polinesias representan una variedad de deidades, sacerdotes o chamanes. Los defensores del paleocontacto proponen que los antiguos polinesios se esforzaron en representar a los extraterrestres que encontraron con semejanza de dioses, estableciendo así una curiosa intersección de puntos de vista.
Algunos de los tikis de las Marquesas han sido reubicados en museos, mientras que otros permanecen en sus ubicaciones originales, no descubiertas, en partes deshabitadas de las islas.
La mayoría de los tikis de las Marquesas miden aproximadamente un metro o menos de altura, aunque hay algunos ejemplares colosales que alcanzan los 2,5 metros. Se pueden encontrar tanto como estatuas individuales como en configuraciones agrupadas.
Determinar la edad de estas estatuas plantea un desafío importante, ya que la datación de objetos de piedra es notablemente más compleja que la datación de materiales orgánicos.
Existen dificultades similares para fechar estructuras megalíticas antiguas como Stonehenge. Los científicos sólo pueden suponer que estos tikis de piedra pueden tener entre varios cientos y varios miles de años.
Dentro del folclore de los habitantes de las Islas Marquesas prevalece una apasionante leyenda sobre el tiki. Según esta tradición, los dioses antiguos descendieron de los cielos y otorgaron conocimientos y habilidades a los isleños.
En honor a estos seres divinos, la gente tallaba tikis en piedra. Estas leyendas, que relatan visitantes celestiales y dones de sabiduría, son recurrentes en el folclore de diversos rincones del mundo. Sin embargo, los estudiosos contemporáneos a menudo los consideran mitos y narrativas imaginativas.
Lamentablemente, después de la colonización francesa de las Islas Marquesas y de una parte sustancial de la Polinesia en el siglo XIX, el conocimiento indígena comenzó a desvanecerse entre la población local.
Hoy en día, aproximadamente el 90% de los residentes se identifican como cristianos y poseen un conocimiento limitado de la religión y la cultura de sus antepasados. Algunos conservan vagos recuerdos de una época en la que los tikis desempeñaban un papel importante en su sociedad, cada escultura llevaba su propio nombre distintivo y poco más.
Con mayor frecuencia, las estatuas tiki se colocaban en lugares sagrados denominados “meae”, a menudo rodeados por formaciones de piedra o muros. Ocasionalmente, se realizaban rituales sagrados, en los que los individuos se adornaban con atuendos ceremoniales y presentaban ofrendas de comida a estas estatuas.
En raros casos, entidades peculiares fueron talladas no como estatuas tiki independientes sino como bajorrelieves en las paredes. La siguiente imagen muestra un grupo de estos enigmáticos seres con cabezas de gran tamaño, luciendo lo que parecen ser cascos o tocados.
La función y el simbolismo de estos tikis de piedra tampoco están claros. Algunos expertos creen que eran objetos religiosos o ceremoniales, utilizados para adorar a dioses, antepasados o espíritus. Otros argumentan que eran marcadores políticos o sociales, utilizados para mostrar estatus, poder o afiliación.
Algunos los interpretan como expresiones artísticas o estéticas, utilizadas para decorar el paisaje o transmitir emociones. Otros especulan que se trataba de aparatos astronómicos o de navegación, utilizados para observar las estrellas u orientarse en el mar.
Además de las estatuas tiki y los bajorrelieves, también se pueden encontrar representaciones de extraños humanoides de ojos saltones de las Islas Marquesas en una variedad de artículos cotidianos, incluidos cuencos de arcilla, botes, remos y peinetas. La gente frecuentemente usaba amuletos para protegerse del mal de ojo, y muchas veces adornaban sus pechos con ellos.
El misterio de estos tikis de piedra con apariencia extraterrestre en las Islas Marquesas no se resuelve fácilmente. Plantean muchas preguntas y ofrecen pocas respuestas.
F